Como ocurrió con el cordón umbilical, conservar los microorganismos digestivos servirá para tratar infecciones y elevar la eficacia de los tratamientos oncológicos como la quimioterapia o la inmunoterapia

Andrés recuperó su vida hace un par de meses. Llevaba ocho con fuertes dolores abdominales e, incluso, tuvieron que ingresarle en el hospital en varias ocasiones. La infección que había contraído por la bacteria Clostridium difficile estuvo a punto de acabar con su vida si no fuera por su el trasplante fecal que le practicaron. La efectividad de las heces para resolver esta situación resulta tan chirriante como efectiva. Sin embargo, su principal hándicap fue encontrar a un donante: su mujer y su hija fueron descartadas al padecer la enfermedad de Crohn, por lo que la intervención se demoró bastante en el tiempo. “No podía más. Había días que iba al baño hasta 20 veces”, señala este hombre de 47 años. Una situación muy desesperante que no siempre responde a la acción de los antibióticos. Y cuando esto ocurre, el material fecal deja de ser un mero desperdicio para convertirse en el mejor tratamiento.

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