«El interés creciente del público por los osos es muy bueno porque seguro que está ayudando a proteger la especie, pero siempre que las cosas se hagan bien». Con ese «hacerlo bien» el investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) Penteriani, que lleva décadas de estudio de la población de oso pardo de la cordillera Cantábrica –ahora con despacho en la sede de Museo en Madrid–, se refiere a poner «distancia». De más de un kilómetro, a poder ser, entre el observador y el animal. Y con más motivo si se trata de hembras con sus crías.
Un estudio internacional recién publicado en la revista «Animal Behaviour», con Penteriani y otros investigadores asturianos, confirma que las hembras de oso pardo, cuando están preñadas, escogen oseras cercanas a su área de apareamiento porque eso reduce el riesgo de «infanticidio»
Y eso fue, lo que quisieron comprobar en el estudio. Para ello recogieron datos de GPS de 43 osos marcados, 25 machos y 18 hembras, procedentes de poblaciones de Eslovaquia, Rumanía y Finlandia, «lugares donde están muy controlados desde hace años», dice el investigador que durante años estuvo ligado a la Universidad de Oviedo y que en este estudio trabajó también, con Alejandra Zarzo (MNCN-CSIC) y con María del Mar Delgado, del Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad (IMIB-CSIC-Uniovi-Principado), con sede en Mieres.