¿Por qué la banda sonora de los pájaros, antes tan presente en la vida de todo el mundo, está en horas bajas?

Es fácil recordar aquellas noches de verano en el pueblo, cuando oías lechuzas y mochuelos como si fuese la banda sonora de una película de miedo. Y los trinos alegres de gorriones y ruiseñores de las mañanas de nuestra infancia. O ese sonido tan especial de las bandadas de vencejos, que se acercan y se alejan como una masa de sonido. Y ahora pensemos: ¿Cuánto tiempo hace que no los escuchamos en todo su esplendor (no de chiripa)? ¿Años? ¿Décadas, quizá? Un dato que nos sitúa: SEO BirdLife ha advertido este martes de que en la UE se han perdido desde 1980 «unos 600 millones de aves reproductoras». Esto debería bastar para preocuparnos y para hacernos pensar. ¿Por qué la banda sonora de los pájaros, antes tan presente en la vida de todo el mundo, está en horas bajas?

Esta incógnita se la han planteado ya los científicos. De hecho, un equipo de investigadores de distintos países, dirigido por Simon Butler, de la Universidad de East Anglia (Gran Bretaña), lleva más de 25 años registrando la evolución de los paisajes sonoros que crean las aves en amplias zonas de Europa y EE UUy ha llegado a la conclusión de que en el último cuarto de siglo el canto de las aves ha perdido volumen y variedad, según recoge la revista ‘Nature Communications’. El estudio ha requerido la colaboración de muchos voluntarios, que año tras año –durante 25– se han apostado en el mismo lugar para observar las aves y escucharlas.

¿Hacia un futuro sin gorriones?
D. CHIAPPE | S. VÁZQUEZ
Lluís Brotons, investigador del CSIC en el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF), ha intervenido en la investigación y considera –igual que Butler, el responsable del trabajo– que los resultados evidencian que el canto de los pájaros, «una de las vías fundamentales a través de las cuales los seres humanos se relacionan con la naturaleza, está en declive crónico, con implicaciones potencialmente amplias para la salud y el bienestar humanos».

¿Que este hecho ya lamentable de por sí –a quién no le gusta oír pajaritos– puede afectar a nuestra salud? Sí, parece que sí. Sergi Herrando, investigador del CREAF y del ICO (Instituto Catalán de Ornitología), explica cómo: «Los sonidos de los pájaros actúan en nuestro sistema nervioso.Nuestro sistema simpático siempre está activado, en alerta, esperando por si tiene que reaccionar y dar la orden de pasar a la acción. El problema es que en ocasiones estamos demasiado activados y necesitamos relajarnos. Y el canto de los pájaros ayuda a ello. Además, también afecta al sistema parasimpático, encargado de ‘reparar’ el organismo y que tiene mucho que ver con los estímulos externos, como el canto de los pájaros». Tal y como señala el investigador, cuando el sistema parasimpático recibe estímulos externos que le indican que hay paz, se rehace, se reconstruye. «En ese sentido, el canto de los pájaros es un sedante natural. Distintas investigaciones señalan que hay tres sonidos naturales que tienen un impacto muy fuerte en nuestra capacidad de relajarnos: el del agua, el de la brisa o el viento y el de las aves», enumera Herrando.

Menos espacios agrícolas
Solo hay que revisar las listas de sonidos ambientales que la gente se pone para meditar y relajarse: cascadas, lluvia, pajaritos y más pajaritos. ¿Llegará un día en que solo nos queden grabaciones de esos sonidos felices, que nuestros ancestros sabían distinguir perfectamente y que eran fuente de refranes, supersticiones y creencias populares sobre el tiempo, las estaciones o la bonanza de las cosechas ? No nos vamos a poner apocalípticos, pero zonas donde antes se escuchaban muchos pájaros de distintas especies son ahora lugares donde hay silencio o donde se oyen otras cosas, como coches y actividades industriales.

«En España se ha notado, sobre todo, un retroceso de las especies que vivían en espacios agrícolas», indica Herrando. Por un lado, la vida rural (ahí está la España vaciada) ha dejado campos sin cultivar y pastos sin atender y los pájaros se han ido. Y, donde se ha mantenido la agricultura, esta es extensiva, como ‘de fábrica’, y al usarse pesticidas, matar insectos y quitar las malas hierbas, las aves también han volado. Y ya no digamos lo que ha ocurrido en zonas metropolitanas, donde el progreso en la urbanización de las periferias también ha dejado a las aves sin un lugar cómodo para quedarse y cantar. «Es un reflejo del cambio climático y de las variaciones del paisaje: hemos pasado muy rápido de la huerta al macrocultivo, del campo al polígono».

Artículo de «El Comercio»