Científicas del Instituto de Investigación Biosanitaria coinciden en que “no hay mejor ayuda a la conciliación que la estabilidad laboral”

Dotar la carrera investigadora de estabilidad, con contratos dignos y menor temporalidad, es la mejor ayuda a la conciliación y la medida más eficaz para facilitar la incorporación de las mujeres a la ciencia. Eso es algo en lo que estuvieron de acuerdo todas las participantes en la mesa redonda “Mujeres científicas en biomedicina en el siglo XXI, cambios y retos que se avecinan”, organizada ayer al mediodía por el Instituto de Investigación Biosanitaria de Asturias (ISPA) con motivo del Día Internacional de la Niña y la Mujer en la Ciencia, en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), y a la que asistieron el consejero de Ciencia, Innovación y Universidad, Borja Sánchez, y el de Salud, Pablo Ignacio Fernández.

“Soy madre tardía y mi carrera profesional ha condicionado mi vida personal: tengo hijos pequeños cuando ya debería tener hijos adolescentes”, se sinceró Rosa María Sainz, del grupo de Biología Redox y Metabolismo del Cáncer. La precariedad de la carrera investigadora, poco flexible y muy exigente, les pesa más a las mujeres, por lo que contaron. Ellas siguen responsabilizándose de los cuidados familiares y, por mucha complicidad que tengan con sus parejas, no pueden sustraerse del ambiente general y la incompatibilidad de horarios con la empresa privada. “La mejor ayuda a la conciliación es una carrera investigadora más estable y con menos temporalidad”, es la conclusión de Sainz. “De poco me sirve conciliar en casa con mi pareja si en su empresa siguen dando por sentado que si hay que atender a un niño enfermo la que va a faltar a trabajar va a ser la madre”, planteó una de sus compañeras, sentada entre el público.

Quien más, quien menos tiene alguna historia con la que ilustrar lo difícil que es compatibilizar la carrera investigadora y la vida personal, y más aún la maternidad. Laura Amado, del grupo de Pacientes Críticos, contó que “era residente cuando tuve a mi primera hija y no a todos les gustó. Advertí una gran diferencia entre la primera y la segunda, en la que el padre cogió varios meses de baja”. Mónica Alvarez, del grupo de Cáncer de Cabeza y Cuello, rememoró cómo se presentó a una oposición cuando su bebé tenía un mes y gracias a la insistencia de su marido, que fue quien la llevó al examen.

María Belén Cabal, del grupo de Materiales Antimicrobianos, reconoció el camino avanzado por las mujeres en la ciencia. “Hemos podido estudiar lo que hemos querido y hemos tenido la oportunidad de desarrollarnos profesionalmente”, admitió. Y ahora, agregó, “estamos en un punto de inflexión”. La presencia de mujeres en las aulas y en los laboratorios tiende a equipararse con la de los hombres pero no sucede lo mismo en los cargos de gestión y dirección. “Muchos son electos y no hay mujeres que se presenten: no se si tenemos la confianza suficiente en nosotras mismas”, manifestó Rosa María Sainz. Como ejemplo puso su propio grupo de alumnos: “Tengo diez alumnos brillantes en mi clase, todos extraordinarios, de ellos ocho son chicas y dos chicos; si pido presentar o liderar algo solo se presentan ellos”.

Su compañera Victoria Álvarez, actual directora científica del ISPA y miembro del grupo de investigación en Neurología, opina que, al menos en su ámbito de trabajo, eso se solventará “con el tiempo, con el cambio generacional”. Ella, recordó, fue la primera mujer que obtuvo un proyecto de investigación en el HUCA, en el año 2000, y, en términos generales, no es partidaria de cuotas ni discriminaciones positivas. “Yo no quiero que me den nada por ser mujer, pero tampoco quiero que me quiten nada por ello”, declaró. “Hay veces que hay que elegir y hacer sacrificios: yo no me acuerdo de cuando echó a andar mi hija”, se sinceró.

Sentado en el patio de butacas, el ex consejero de Sanidad y director de la Fundación para la Investigación y la Innovación Biosanitaria del Principado (FINBA), Faustino Blanco, intervino para poner de manifiesto que las administraciones públicas van por detrás de la sociedad civil y abogó por adoptar medidas que no hagan necesarias heroicidades y que las mujeres “tengan que ganárselo todo y estar dispuestas a cualquier renuncia, a demostrar que son las mejores en todo”.

La moderadora del coloquio, Beatriz Suárez, coordinadora de la Comisión de Igualdad y Atención a la Diversidad del ISPA, animó a las participantes en el coloquio a hablar de sus referentes y sus mentores. “Tener referencias femeninas e impulsar vocaciones es importante, y que las mujeres aspiren a lo más alto”, declaró Mónica Alvarez.

En la mayoría de los casos, la vocación les llegó de la mano de sus profesoras, en el Bachillerato. Victoria Álvarez recordó a su profesora de Biología de 3.º de Bachillerato, “la persona que me inculcó la pasión por el estudio de la Biología y a la que también admiraba como mujer”.

Rosa María Sainz también encontró inspiradora a una profesora de Bachillerato, de Biología, “un poco hippie y que nos hacía evaluarnos entre compañeros”. También le resultó motivadora la historia de Rosalind Franklin y “el cabreo” que sintió al conocer cómo sus colegas varones la ningunearon al dar cuenta de sus avances en la investigación del ADN. “Fue un robo real”, en opinión de Sainz.

Pilar Lumbreras, del grupo de Microbiología Traslacional, también es consciente de lo decisiva que ha sido para ella la influencia de sus profesores y, como sus compañeras, reconoció que las mujeres científicas “nos vemos obligadas a organizar nuestra vida familiar de acuerdo a lo que nos exige la carrera”.

Artículo de ‘La Nueva España’