Una veintena de responsables de centros de investigación reciben formación sobre cómo organizar de forma correcta sus departamentos.

“El CSIC es una institución tremendamente compleja, una gran maquinaria, y los que ahora nos encargamos de su gestión antes hemos sido investigadores, venimos de nuestro pequeño universo, y cuando llegamos a la dirección nos encontramos con un montón de tareas a las que no estamos acostumbrados”. Mario Vallés –autor de la primera frase– es el director del Instituto de Biomedicina Alberto Sols de Madrid, una institución que depende del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Estos días –desde el jueves– está recibiendo un cursillo acelerado sobre cómo gestionar uno de estos departamentos. El evento lo organiza el propio instituto científico con el objetivo de instruir a sus nuevos directivos –21 gestores de los 120 centros que tiene repartidos por España– con las habilidades necesarias para afrontar el papeleo que cada día se acumula sobre sus escritorios. Es la primera vez que esta formación se da en Asturias, más en concreto, en la sede de la Cámara de Comercio de Oviedo.

Eloy Revilla viene de Sevilla, aunque es natural de León. Desde finales de 2019 es el director de la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC), desde donde estudia la enorme diversidad de este espacio natural, uno de los grandes pulmones del sur de España. Tiene a su cargo a unas 300 personas, con ese volumen los obstáculos a superar crecen cada día. “Aves tenemos controladas más de 300 especies”, señala. Y, aunque sorprenda, uno de los investigadores de su centro descubrió hace nada –unas semanas atrás– una nueva especie de abeja, del género Andrena. “Hacemos, sobre todo, investigación ligada con la conservación de este espacio natural”, señala. La formación que está recibiendo en Oviedo destaca que le está resultando “muy interesante, estamos discutiendo entre nosotros las dificultades con las que nos vamos encontrando en el día a día, y conociendo mucho más a fondo el CSIC, porque esta es una organización muy grande y muy diversa”. Al final, aunque todos lleven la gestión de centros de investigación, aparentemente, muy alejados entre sí –no tiene nada que ver la biodiversidad de Doñana con, por ejemplo, la inteligencia artificial, aunque puedan llegar a confluir–, los problemas de gestión a los que se tienen que enfrentar en su día a día son muy similares. Muy parecidos.

El curso, más al detalle, consta de dos módulos. En el primero esta veintena de directivos están aprendiendo sobre la gestión, la actuación económica y la organización general del organismo. Por las mañanas, la formación está siendo inminentemente teórica, mientras que por la tarde ya se entra en la harina de la práctica. Durante esas sesiones, algo más distendidas, los directivos aprovechan para intercambiar opiniones sobre su trabajo, presentar problemas de gestión a los que se hayan tenido que enfrentar estos últimos meses y, entre todos, buscan una posible solución.

Carles Sierra es el director del Instituto de Inteligencia Artificial del CSIC y otro de los que están completando su formación directiva en Oviedo. “Empecé como director en octubre de 2019”, señala. Ya tiene bagaje, pero por el medio le pilló la pandemia. De hecho, este curso de formación tenía que haberse celebrado ya al comienzo de la crisis sanitaria del coronavirus, pero –por razones obvias– fue aplazándose hasta ahora. “No solo se trata de gestionar bien, como institución pública que somos también debemos gastar bien el dinero público que recibimos”, señala, “cada instituto somos, además, un mundo, tenemos investigadores que salen al campo y otros que no salen del despacho”.

Su campo de investigación, el de la inteligencia artificial, está “muy de moda”: presume, y recibe cada año grandes cantidades de dinero para que la investigación despegue

Articulo de ‘La Nueva España’